Simplemente Ella

Cada día soy más grande. Puede que si hubiese dejado el tiempo pasar también hubiese llegado al punto en el que estoy hoy, aunque lo dudo, pero si a alguien le debo todo lo que he crecido estos últimos años es a Ella.

Cuando nuestras vidas se cruzaron yo era cualquier cosa menos decidida y segura de mí misma, como prueba diré que había montado un plan rockambolesco por si el café no iba bien poder escabullirme. Con el tiempo y a base de muchos tés, ella hizo que poco a poco fuese cuestinonándome cosas, principalmente la imagen que tenía de mí misma. Es una chica que hasta que no consigue tocar el fondo del asunto, sea cual sea, no para. Me hizo plantearme que podía estar equivocada en cuanto a muchas cosas que pensaba de mí misma, me hizo pensar que, quizás, yo no era un pato. Supo estar ahí cuando la necesité, ha sabido siempre anteponerme a Ella y estar callada cuando no necesitaba más que silencio. Ha sabido hacerse un hueco en mi vida y reservarme uno de honor en la suya.

Poco a poco voy aprendiendo que si uno no cambia por sí mismo nadie lo puede ayudar pero también tengo claro que todo este cambio no podría haberse producido tan asombrosamente pronto sin Ella. Un enano subido a los hombros de un gigante verá más lejos que el mismo gigante.

Y aunque ahora la giganta está pasando por un bache le tengo que recordar que es enorme, que es mi maestra, que es quien me ha enseñado a ser quien soy, que no sé cuánto tiempo podría mantener esta actitud si ella no me recordase casi a diario que lo valgo, que soy válida y fuerte.

Gracias mi niña, gracias por ser mi pilar, mi empuje, mi punto de inflexión y demostrarme que también eres humana, porque aún así me haces crecer, me haces ver que yo también puedo ayudarte a ti.

Gracias.